Publicado originalmente en Toroto
Autor: Alejandro León Aguilar
![Manos sostienen tierra con brotes verdes sobre un globo terráqueo azul y verde, Sensación de esperanza, soluciones basadas en la naturaleza para salvar al planeta](https://static.wixstatic.com/media/811b69_4c0f287604db430d90004e3ff3ba3b85~mv2.jpeg/v1/fill/w_980,h_980,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/811b69_4c0f287604db430d90004e3ff3ba3b85~mv2.jpeg)
El suelo es un recurso natural no renovable fundamental para la vida en la Tierra. Su formación puede ser rápida (decenas o centenas de años) o lenta (miles de años), dependiendo de factores como el clima, la topografía, microorganismos y los minerales que lo conforman, pero siempre a escala geológica. Se estima que un centímetro de suelo tarda en promedio 1,000 años en formarse (FAO, 2015), por lo que se considera como un recurso no renovable, ya que sus ciclos de renovación son mucho más largos que la vida humana. El suelo está compuesto en promedio por materia orgánica (5%), aire (25%), agua (25%) y minerales (45%) (FAO, 2015). A pesar de que la materia orgánica forma sólo una pequeña parte del suelo, ésta alberga alrededor de una cuarta parte de la biodiversidad del planeta (FAO, 2015c). Actualmente se identifican más de 100 tipos de suelo, ya que su composición más la acción de factores como el tiempo, el agua, el viento y la materia orgánica que vive y muere en él, generan diferentes tipos de estructuras y propiedades (FAO, 2021). El valor de los suelos ha sido reconocido internacionalmente desde hace décadas y se debe a que tienen un rol crucial en distintos aspectos naturales y sociales. El suelo es un recurso habilitante, es decir, de él se crean una multitud de bienes y servicios necesarios para el medio ambiente y el ser humano. Por ejemplo, una gran parte del carbono orgánico del mundo, capturado en forma de biomasa y sedimentos, se almacena en los suelos (45%). Esta característica del suelo también lo hace un elemento importante para la regulación del clima en la Tierra, pues almacena grandes cantidades de gases invernadero así evitando que estos lleguen a la atmósfera y contribuyan al calentamiento global. El suelo también es hábitat para una cantidad inmensa de microorganismos: se estima que solamente en 1 g de suelo se pueden encontrar millones de microorganismos, los cuales forman parte del ciclo de nutrientes del suelo donde otras formas de vida los utilizan para alimentarse. Estas características también hacen al suelo una fuente de productos farmacéuticos y recursos genéticos invaluables. Por otro lado, es de suma importancia para la regulación de inundaciones, pues ayuda a almacenar y filtrar agua al subsuelo, lo que al mismo tiempo ayuda a purificar el agua reteniendo contaminantes en él. Adicionalmente, suministra una gran variedad de materiales de construcción y es utilizado como la base para las infraestructuras humanas, por lo que también tiene un alto valor cultural al contener vestigios de civilizaciones pasadas. Por último, el suelo suministra combustibles y fibras necesarias para el humano, y aproximadamente el 95% de nuestros alimentos está directa o indirectamente producido en el suelo (FAO, 2015b). A pesar de que el suelo se crea a través de complejas acciones e interacciones de procesos biológicos, geológicos y químicos tan diversos como los servicios que ofrece, el manejo apropiado de este recurso puede asegurar que sus capacidades actuales se mantengan sin afectar sus funciones (FAO, 2015a). Desafortunadamente, el suelo y su capacidad de brindar estos servicios se ven amenazados por la intensidad de la actividad humana y el manejo que se le da a este recurso. A estos procesos se les conoce como degradación o erosión del suelo. La erosión se define como el desgaste acelerado de la capa superficial del suelo por el agua, el viento o actividades humanas (FAO, 2015c). Es un proceso natural que ocurre en cualquier condición climática y en cualquier parte de la Tierra, sin embargo, la intensidad de las actividades humanas como la labranza, el pastoreo y la deforestación han aumentado la tasa de erosión del suelo. Es por eso que la erosión de los suelos está estrechamente relacionada con el cambio climático y la desertificación. La FAO estima que si no hay acciones inmediatas para proteger este recurso, para el 2050 el 90% de los suelos de la tierra habrían sido degradados (FAO, 2019). Gracias a las estadísticas generadas por Oldeman en 1994 en el proyecto Evaluación Mundial de la Degradación de Tierras (GLASOD por sus siglas en inglés) sabemos que la erosión hídrica -erosión generada por el agua- es la que más superficie afecta y la que más es inducida por actividades humanas. Sin embargo, a pesar de que han habido grandes esfuerzos para determinar las tasas de erosión a nivel mundial, los datos son aún altamente inciertos. Esto no es una excepción en México, desde 2002 la SEMARNAT estimó que el 37% del suelo en México estaba degradado por erosión hídrica. Más tarde, en 2014, el INEGI estimó que en realidad este porcentaje era 52.8%, para luego corregirlo en 2015 a un porcentaje de 66. Aunado a esto, en un estudio publicado en 2016 por el Programa Mexicano del Carbono en conjunto con el INEGI se determinó que el 76% de la superficie nacional tiene algún grado de afectación por erosión hídrica, que corresponde a 6.79% con un grado de erosión extrema, el 5.79% fuerte, 26.37% moderada y 37.06% leve (Bolaños et al., 2016). La dificultad para estimar el daño ocasionado por la erosión proviene de la gran variabilidad que presentan los factores que la influencian, algunos de estos son: el tipo de suelo, el uso que se le da al suelo, la topografía y el tipo de clima, entre otros. No obstante, los impactos que trae consigo son evidentes y tienen grandes repercusiones para el desarrollo de la vida. Con el fin de ilustrar la importancia de la conservación de este recurso finito la FAO lista 5 formas en las que la erosión del suelo amenaza el desarrollo humano (FAO, 2019), estas son: restringe la capacidad humana para producir alimentos, conduce a la degradación de ecosistemas, afecta el suministro de agua, daña infraestructuras humanas, contribuye a la pobreza y puede agravar la migración. A pesar de que se ha sabido desde hace décadas que la pérdida y degradación de suelos por la erosión es un problema que se tiene que atender con urgencia, en gran parte del mundo la adopción de medidas para su protección y conservación es lenta. Es por eso que la protección y restauración de los suelos forma parte de las actividades determinadas por los objetivos de desarrollo sustentable adoptados por la ONU y sus estados miembros. En México se han hecho compromisos nacionales e internacionales para la lucha contra la desertificación tanto con el Programa de Acción para Combatir la Desertificación en México, como con el Sistema Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Degradación de los Recursos Naturales (SINADES) y con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD). Estos programas buscan generar acción para el manejo sustentable de tierras y para evitar la desertificación a través de: 1. Promover en toda la sociedad la conciencia informada y corresponsable sobre el Manejo Sustentable de Tierras; 2. Impulsar la Planeación integrada del uso de las tierras; 3. Fortalecer la Coordinación Institucional y Armonización de Políticas; 4. Impulsar la generación y difusión de información para el Manejo Sustentable de Tierras; 5. Participación corresponsable, con inclusión y equidad de género y etnia; 6. Fortalecimiento de la Investigación y transferencia de buenas prácticas de gestión; 7. Fomento a la Cooperación Internacional; 8. Diseño de Estrategias Financieras Integrada; y 9. Acciones directas de Manejo Sustentable de Tierra (SEMARNAT, 2008). Si bien existen estrategias que buscan reducir y revertir los problemas que trae consigo la degradación y erosión de los suelos es importante que tomemos conciencia del problema como individuos. De esta manera, podemos analizar nuestros propios patrones de consumo y a través de ellos tomar decisiones informadas que ayuden a revertir el problema, además de utilizar nuestra voz para exigir a nuestros gobiernos y la iniciativa priv
ada que tomen cartas en el asunto. Referencias Bolaños, M.A., Paz, F., Cruz, C.O., Argumedo, J.A., Romero, V.M., Cruz, J.C. (2016). Mapa de erosión de los suelos de México y posibles implicaciones en el almacenamiento de carbono orgánico del suelo. Terra Latinoamericana 34: 271-288. FAO. (2015). Cómo se forman los suelos. http://www.fao.org/resources/infographics/infographics-details/es/c/294318/ FAO. (10 de mayo de 2019). Detengamos la erosión del suelo para garantizar la seguridad alimentaria en el futuro. http://www.fao.org/fao-stories/article/es/c/1193735/
FAO. (2015a). El suelo es un recurso no renovable. http://www.fao.org/3/i4373s/i4373s.pdf FAO. (2015b). Las funciones del suelo. http://www.fao.org/resources/infographics/infographics-details/es/c/294325/ FAO. (2015c). Status of World’s Soil Resources (SWSR) – Main Report. Rome, FAO. FAO. (2021). Mapa Mundial de Suelos de la FAO/UNESCO. http://www.fao.org/soils-portal/soil-survey/mapas-historicos-de-suelos-y-bases-de-datos/mapa-mundial-de-suelos-de-faounesco/es/ SEMARNAT. (2008). Programa Nacional Manejo Sustentable de Ti
erras para Combatir la Degradación de Tierras y Desertificación en México. México, SINADES. https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/31167/pnacdd.pdf
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